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Gastronomía

Pescados maridados con cerveza. ¿Es posible?

Este post va dirigido con cariño a los amantes de la cerveza y el buen comer.

Estaba el otro día en la terraza de un restaurante de la Sierra de Madrid, cenando con unos amigos, y nos apetecía pedir algún tipo de pescado a la brasa. Cuando vino el camarero nos estuvo explicando los pescados que le traían cada semana, y no pudimos resistirnos a pedir el salmonete de roca que tenían.

Hay dos tipos de salmonete que se pueden encontrar en las pescaderías a lo largo y ancho de nuestro país. Uno es el salmonete de fango, más pequeño, suave y de textura blanda. Y el segundo es el salmonete de roca, más grande y de sabor más intenso. Este último fue el que pedimos.

Mientras se hacía nuestro salmonete comimos unos entrantes frescos de primero para abrir boca, una ensalada de tomate de Barbastro y unas gambas de Huelva que en vez de asar directamente sobre la plancha colocan sobre una cama de sal gorda, ¡qué maravilla!

Llegó el momento de comer el plato principal, un salmonete de 1,2 kg que habían asado en la brasa, brevemente, al ser un pescado tan delicado, y un camarero muy simpático lo desespinó en la mesa delante de nosotros.

Tengo que confesaros que, unos días antes, habíamos acordado con el maître, llevar nosotros la bebida, y que nos cobraran solo el descorche (aunque en este caso, como podéis imaginar, más que corcho era chapa). Queríamos maridar el pescado con cervezas especiales y, lamentablemente, esto no siempre es posible hacerlo en todos los restaurantes, así que, “si Mahoma no va a la montaña…”.

Mientras el camarero terminaba su tarea de desespinar nosotros sacábamos la cerveza que íbamos a tomar con nuestro pescado. Me encantan las botellas de 50cl., perfectas para compartir, tan estilizadas, … tienen un toque especial. Elegimos una cerveza envejecida en barrica de amontillado, un vino del sur que tiene una forma peculiar de elaboración, una serie numerada de Cervezas Alhambra. Pues ese carácter del vino le confiere a la cerveza unos matices a coco, vainilla, un toque a caramelo y un final seco.

Al tener un pescado de sabor intenso, conseguimos equilibrar sabores producidos por la propia barrica, y conferirle potencia al pescado. Y ese final seco permite redondear cada bocado con ese recuerdo a brasa del salmonete.

Una verdadera delicia, que os animo sin duda a probar. De hecho al gerente del restaurante le gustó mucho la propuesta, y creo que la próxima vez que vayamos nuestra Alhambra envejecida en barrica de amontillado nos estará esperando allí.

 

 

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