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Estilos de cerveza

La cerveza podría gustarle a todo el mundo. Te invitamos a saber por qué.

Hay un tipo de persona que es bastante habitual encontrar y que da pie a la siguiente situación: se reúnen un grupo de amigas y amigos a tomar unas cañas, van contando cuántos son para pedir una ronda, pero cuando alguien va a pedir ocho cañas se oye decir “no, a mí pídeme un tinto de verano. Es que NO ME GUSTA LA CERVEZA”.  Podemos cambiar tinto por cualquier refresco u otra bebida, da igual, me quiero centrar en la segunda parte de la frase.

En el 99,9% de los casos en los que alguien hace esa afirmación, solo ha probado ese tipo de cerveza que a todos nos viene a la cabeza cuando oímos esa palabra: rubia, con burbujas, espuma blanca y un sabor de final amargo; lo que se define en el mundo de la cerveza como Pilsen, el estilo más conocido y extendido, el que más fácilmente encontramos en supermercados, bares y restaurantes.

Quizá, por tanto, la frase correcta sea decir: no me gusta la Pilsen. Y eso es algo perfectamente normal, porque, para gustos, los colores. Pero Pilsen es solo uno de los numerosísimos estilos de cerveza que existen y que tan diferentes son entre ellos. Así que, ¿de verdad vas a decir que no te gusta la cerveza habiendo probado solo un estilo de los más de cien que hay?

Personalmente me he encontrado numerosos ejemplos de personas sean mujeres u hombres, jóvenes o más mayores, de ciencias o de letras… vamos, de todo tipo, que tras pensar toda su vida que no les gustaba la cerveza han pasado a ser verdaderos fanáticos de ciertos estilos, y el único problema es que no los habían probado antes. Son esas personas que por casualidad en una cata o de la mano de ese “amigo entendido de cerveza” acaban descubriendo cervezas que les encantan, que disfrutan muchísimo, y que además les permite compartir ese momento cervecero con los demás. Y dejan de ser “el que pide tinto de verano en pleno invierno”… ¡por fin!

¿Por qué puede ocurrir esto? Vamos con una explicación sencilla: como hemos indicado, la Pilsen está tan extendida y es tan común en todo el mundo que prácticamente se ha convertido en sinónimo de cerveza, es lo que identificamos por “cerveza” prácticamente sin querer. Y una de sus características es ese final amargo que deja en boca, que viene de uno de los ingredientes con los que se hace la cerveza (el lúpulo).

Los estudios afirman que, en general, el ser humano (y prácticamente cualquier mamífero) está diseñado desde que nace para rechazar el amargor. ¿La explicación? Una defensa innata ante la multitud de venenos que existen en la naturaleza que comparten como sabor el amargo. Y de aquí el rechazo inicial de algunas personas a las cervezas de tipo Pilsen. Porque al amargor hay que acostumbrase. Por eso muchas personas la prueban, tuercen el gesto, la rechazan, y ya nunca más.

¡Pero no todo está perdido! Como decía, hay más de cien estilos de cerveza y cada uno tiene sus características organolépticas propias. Y aunque siempre se utilice lúpulo para hacer cerveza, en muchas de ellas no se nota su sabor amargo, ya que este puede verse compensando y suavizado por la combinación con el resto de ingredientes.

Queridos amantes de lo dulce, buenas noticias: la malta ligeramente tostada, otro de los ingredientes claves en la cerveza, es muy dulce. ¡Y hay numerosos estilos en los que este sabor destaca por encima de cualquier otro! Para mí algo muy común ha sido encontrar gente a la que le encantan las cervezas dulces, normalmente con más cuerpo y cremosas (en contraposición con la ligereza y el frescor de las Pilsen), y que a lo largo de su vida muchas veces pronunciaron “no me gusta la cerveza”. Ahora saben que les encanta, pero determinados estilos. Todos tenemos nuestras preferencias, por supuesto.

Así que si eres de esos a los que “no le gusta la cerveza” te dejo aquí algunos estilos poco amargos que puedes probar.

Si eres muy goloso, piensa sobre todo en estilos belgas, que son muy fáciles de encontrar. Esos que llaman “de abadía” suelen tener ejemplos eminentemente dulces, y con diferentes versiones, desde rubias (Blonde o Trippel) a oscuras (Dubbel o Quadrupel), con porcentajes de alcohol para todos los gustos (desde el 5% al 12% o más) y para acompañar todo tipo de momentos.

O puedes probar también con alguna cerveza de trigo, en la que no se nota apenas el amargor del lúpulo, y que suponen quizá las cervezas de mayor éxito para aquellos que se van iniciando en el mundillo. Las más conocidas son las alemanas, con aromas afrutados que nos recuerdan al plátano maduro y un toque especiado, pero no hay que olvidarse de las versiones belgas, conocidas como Wit o Blanche, y que proporcionan notas cítricas muy frescas (si eres de los que piden cerveza con limón, prueba una de estas).

Incluso para amantes de lo ácido, hay excelentes ejemplos de cervezas tradicionales como las Lambic, también belgas, u otros tipos más innovadores conocidas como Sour, en muchas ocasiones muy refrescantes y que recomendaría, por ejemplo, a quien le guste mucho la sidra natural.

Lo importante, como siempre, es no dejar de probar y disfrutar, y yo me atrevería a apostar a que la cerveza ¡te va a gustar!

Pablo  – Beer Sommelier en Sabeer

 

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